La Cabaña
El
amanecer se alzaba con un color morado bastante oscuro que completaba la
ambientación de esa mañana tan fría. Se escuchaba claramente la naturaleza que
rodeaba la cabaña, el viento era demandante de atención, aun así otros pequeños
sonido se colaban por la ventana. No había dormido nada en toda esa noche, la
madrugada llego sin poder darse cuenta y esa luz que se colaba en la ventana
era más triste que la expresión de su rostro, pero su tristeza era aún más
profunda él lo sabía.
La nostálgica
luz inundaba de a poco la habitación, atravesaba al vidrio de la ventana
entreabierta divinamente, y podía sentir la melancolía de esa luz a pesar de
que la misma no podía alcanzarlo aun. Sus pupilas seguían el crecimiento de la
ella, movimiento de una velocidad únicamente comparable con ver secarse la
pintura.
Algo
hipnotizante había en esa luz, algo que lo hacía perderse en ella, quería que
lo tocara, anhelaba el roce de esas blancas líneas, que como si de dedos se tratasen
recorrían con suavidad el frío e inmaculado suelo. Las líneas se vieron
interrumpidas por ese asqueroso y espeso líquido que desde hace unos minutos
llevaba desparramándose por todo el suelo. La interrupción lo enfureció de una
manera alarmante, ¡esa abominación debía estar celosa de tanta hermosura como
para atreverse a perturbarla!, él quería saber cómo podía detener ese desastroso
espectáculo de deformidad.
Su
mirada seguía apacible a pesar de la ira que sentía dentro de sí y después de
un rato de contemplar la escena pudo empezar a disfrutar de ella, el notar que
la luz le daba una nueva vida a esa viscosa atrocidad que hace pocos momentos aborrecía
con toda su alma; lo hacía sentir vivo, lo hacía sentir renacido. Se podía vislumbrar
totalmente desnudo y rodeado de ese líquido divino con ese brillo especial que
solo la luz le concedía, con eso recorriendo y mimando cada parte de su cuerpo
y el éxtasis fue casi inmediato.
Se acercó
un poco para sentirlo entre sus dedos, pero la magia se rompió al sentirlo frio
y pegajoso, podía recordar muy bien que cuando saltaba hacia su cara se sentía mucho
más liviano, más caliente, más vivo. Despreció mucho esa sensación, pero aun
anhelaba sentir más de ese líquido de su fantasía, sabía que esa era la
verdadera esencia de él, la verdadera belleza.
Debía
descubrir la forma de volver a sentir la vida que le habían arrebatado, y lo conseguiría
sin importar como.
Comentarios
Publicar un comentario